martes, diciembre 23, 2008

Mi primera cesta de navidad


A veces la realidad se parece a mi estado de ánimo.

El otro día llegó una chica rubia,
muy rubia,
y me dio una cena de navidad.
En realidad eran unas cenas.

¿Y esto?
Por aprender a cenarte el mundo despacio.

Pero si yo ahora vivo (me la gano) de día
haciendo como que escucho
o como que escribo
o como que oriento
o, esto es verdad, dejándome terminar.

Yo, ahora, trabajo, fumo,
me pierdo, a veces también encuentro,
cuando la luz del día
plasma su llanto silencioso
en los ventanales de mi restaurante favorito.
Sí, favorito.

Ya, sonrió ella.
Pero tu a mi no me engañas.
Tu alma se preserva de noche.
Ahí es cuando tus besos no son de rutina.

Me quedé de piedra.
No sabía qué decirle.
Me habían pillado con verbo
de helados de contrabando.

Y. por el camino,
había cambiado de crear problemas
a crear oportunidades,

Suena pretencioso.
Pero, créeme,
casi me dejo la piel en el intento.

Lo sé, cariño.

Por eso,
las mujeres del mar suizo
me han dado esta cesta
con tu nombre.

Llegué a casa,
contento,
también cansado.

Y abatí la cesta sobre uno de los sillones.

Ahí dentro había de todo.
Un vino blanco con el que
temblaré junto a la estudiante de Milán.

También uno tinto para ponerme melancólico,
mientras el corazón me hierve de autocompasión.

Encontré, incluso,
dos o tres cajas de turrón de chocolate,
y una del duro,
con el que evocaré mi país
y pediré para que todos los niños del globo
encuentren el suyo.

Mi país son mis padres,
también mis tías,
qué decir de mi hermano
y mis amigos.

Mi país es mi gente cuando levanto una copa
con ellos,
desde ellos y para ellos.
Cuando tiro por el desague los venenos cotidianos.

Mi país es la celebración de una anécdota,
la risa de una broma cualquiera de un
momento cualquiera.

Mi país es una celebración.
Mi país es mi gente.

Para ellos guardo este cava que,
como todos los principios,
celebraré esta noche junto
a mi madre y hermano
cuando el cielo se llene de deseos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Grande Pito.
Un abrazo infinito

Anónimo dijo...

Grande vos, muchacho. Otro abrazo infinito.